domingo, 9 de diciembre de 2012


VALLEJO EN UN CALLEJÓN DE PÉRDIDAS

------------------A mi padre-----------------

De noche fría vivo con el llanto
hoy para un mes y llanto que es ceniza,
llanto para perder cuando se eriza
con el furor cansando del quebranto.

Y voy al llanto luchando; pero, ¿cuánto
resistiré?  No sé, acaso en sonrisa
lloviera corazón como caliza
si sólo paz lloviera al desencanto.

Y voy a caricia a ciegas del cierto hueso,
que todo es duro, duro en desarrollo,
suelo de penas, sangre agria al peso.

¡Oh!, voy a ese secreto donde olvido,
al más, en el vil miedo sin apoyo,
donde sólo me caigo por cumplido.

martes, 4 de diciembre de 2012


¡OH TÚ!


Resúmeme lo que es una tristeza
y dime qué es un huracán atrincherado.
Es inútil describirlo,
inútil.

Con este corazón te digo nunca,
nunca el mar podrás llorar con tus ojos,
nunca comprenderás lo que se sufre fuera
ni amar
a cuestas con la tarde,
a tiros con los sueños;
nunca podrás llevar la patria
                                          que ensalzas patria:
miles de ojos que no son tus ojos,
madres desamparadas,
niños para jugar o acaso ahí en el morir
y bancos además llenos de oro.

Con este corazón ya te digo deja,
deja la prisa,
siempre de prejuzgar -encasillar- al que repudie
                                                                incluso el horizonte,
al que no puede enmascararse ni con lirismo
o afinarse en unas cómodas maneras
                                                      de educación,
aun cuando ha abandonado la ternura
o lo ha abandonado el sueño;
mejor, basta ya del protocolo forzoso
o del té precisamente a las cinco
para el que no tiene por qué seguir.

Basta te digo,
basta,
la agonía también es vulgar, tremendamente vulgar
como los efectos lobo de una esperanza escindida,
como el rechazo a punta de duro-duro escepticismo,
como la reproducida debilidad por la fuerza del tantísimo amor,
como florece el asco.

Basta te digo,
te digo basta,
y basta:
mortalmente todo es probable,
las intenciones fantasmales soportamos
soportamos;
los espejos que saben de la arrastrada soledad,
la impaciencia,
el miedo,
el miedo que no ha adorado aún el amor perfecto,
el miedo que se ejecuta
                                    siempre
sacrílegamente.

Basta, haz el favor y comprende lo que quieras:
nada puede acabar con lo inexplicable,
con el deseo bobalicón quizás hasta que llega a un extremo desvariado,
tan desvariado,
por el lenguaje invisible
que escuece como una guerra animal en nuestras vísceras.