DESORIENTACIÓN DE LA ESPERA
No, no quiero decir que
digo llanto
sino al fin
una luz ametrallada,
tal soledad
amarga y desnortada,
cuánto dolor
para morirse, ¡cuánto!
Vivo una
sangre ávida de muerto,
arrastro el
vértigo de estar perdido
rezando con
las sombras del olvido
en las furias
del beso y del desierto.
Ni ya quiero
decir que espero, ¡nada!,
sino que
muerdo con la voz, valiendo...
como lo hace
una flor sola y desnuda.
¡Ay!, tanta
dignidad me está vedada
–
tantísima mortalidad irguiendo
desde un
ansia hacia otra, fría y muda –.
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